Tras las Huellas de lo Desconocido: Los Mensajes.

Imagen 1: Psicografía, generado por Copilot IA.

El panorama actual

Desde que comenzaron las experiencias de contacto en su época moderna, estas se han centrado principalmente en la entrega de información destinada a ser difundida, ya sea a un grupo base o a un público más amplio. Es fundamental que cualquier mensaje transmitido cumpla con ciertas características de las cuales tanto el receptor como el grupo encargado de la tarea estén plenamente conscientes.

Hoy en día, el panorama está lleno de matices que ponen en duda este proceso. Un grupo creciente de «contactados» difunde mensajes con una confianza excesiva, pero muchas veces su contenido deja mucho que desear.

Pero, ¿quién soy yo para criticar esto?

Desde que comencé a investigar estos temas, varios elementos han formado parte de un análisis que muchos de estos difusores parecen pasar por alto. Dichos elementos pueden revelar la verdadera naturaleza de un posible mensaje o, en muchos casos, evidenciar simples desvaríos.

Es esencial comprender que estos mensajes no solo entregan datos, sino que también crean un contexto que debe ser cuidadosamente considerado. Además, reflejan aspectos del propio receptor.

Los mensajes de los supuestos «contactos» —que seguirán siendo solo eso hasta que se confirmen— suelen ser inconsistentes y extraños. Al leerlos o escucharlos, es fácil identificar patrones repetitivos o ambiguos.

Es crucial reflexionar sobre estos mensajes, sin importar quién los haya recibido, ya que el proceso es más complejo de lo que parece. Las verdaderas interacciones con testigos de contacto no son triviales ni simples; hay múltiples factores internos que influyen en lo que estos testigos comunican.

Es nuestra responsabilidad, como parte de un público que considera la posibilidad de una realidad subyacente, cuestionar estos mensajes de inmediato. Nadie quiere ser parte de una intoxicación informativa, ¿cierto?

 

Imagen 2: Analogía «Computadora Mental» generada con Copilot IA.

El funcionamiento de la mente: una analogía con la tecnología

Como he mencionado en otras oportunidades, estudié ingeniería en informática, una profesión que a menudo se confunde con la ingeniería en sistemas. Aunque ambas disciplinas son similares, no son lo mismo. Un informático es mucho más que un experto en sistemas; somos especialistas en el manejo y análisis de la información, en la detección de inconsistencias, el procesamiento de datos y mucho más. Es decir, nuestros conocimientos se fundamentan en el dominio de las tecnologías de la información, un campo sumamente amplio.

Con esto en mente, quiero proponer una analogía técnica para comprender cómo funciona nuestra mente al recibir estos «mensajes». Imaginemos que opera como un complejo circuito electrónico con diversas rutas interconectadas, un microprocesador y todos los componentes esenciales para procesar información.

En este «computador» mental, existe un sistema de almacenamiento de datos similar a un disco duro, donde guardamos registros de nuestro idioma, lenguaje y un vasto diccionario mental. También almacenamos nuestras experiencias y aprendizajes, junto con las tareas diarias, las cuales se proyectan en nuestra «pantalla mental». Cuantas más tareas o problemas estén activos, más imágenes y pensamientos aparecerán en nuestra mente, generando lo que podríamos llamar «ruido mental».

Ahora, imaginemos que conectamos este computador mental a una red que descarga información de manera constante. Esta red no solo introduce datos nuevos, sino también problemas adicionales, información falsa y estímulos diversos. Este flujo de datos representa nuestras interacciones con el entorno, ya que nuestra mente es un sistema abierto que se adapta y evoluciona con la nueva información que recibe.

De repente, descargamos un archivo encriptado, acompañado de una clave para desencriptarlo. La encriptación es un proceso que convierte la información en ilegible hasta que se le aplica la clave correcta. Para comprender el contenido de este archivo, el sistema debe interactuar con nuestros registros internos, como nuestro diccionario mental y la información previamente almacenada.

Aquí comienza el proceso de decodificación. Si nuestro diccionario mental contiene definiciones incorrectas o está mal estructurado, es probable que se produzcan errores. Sin embargo, la mente es tan compleja que, en lugar de mostrar vacíos, tiende a rellenarlos con datos que parecen coherentes, aunque no necesariamente sean precisos.

Otro aspecto crucial es que nuestro «software mental» cambia constantemente con cada aprendizaje nuevo, ya sea positivo o negativo. Este software, que podríamos llamar nuestro «interpretador», tiene la función de leer y procesar la información. Sin embargo, si presenta defectos, como sesgos cognitivos, su capacidad para decodificar correctamente se ve comprometida.

Si no somos conscientes de estos defectos, el interpretador seguirá generando lecturas incorrectas. Como resultado, el mensaje final que obtenemos estará lleno de errores y distorsiones, similar al juego del «telefonito», en el que un niño pasa una palabra a otro y, al final de la fila, el mensaje original ha cambiado por completo. Esto ocurre porque nadie se detiene a cuestionar lo que ha entendido; simplemente rellenan los vacíos con lo que creen que significa.

Imagen 3: Analogía Computadora Mental, diseño realizado en mermaidchart.

 

Imagen 4: Proceso de Recepción de mensaje, generada con Copilot IA.

El Proceso

Con el intento anterior, el lector puede hacerse una idea muy clara de lo complicado que es el funcionamiento mental de una persona y, en consecuencia, lo complejo de una recepción de un supuesto mensaje.

Puede que no pocos se hayan deprimido pues es casi un hecho que TODOS los mensajes que afirmamos recibir de seres de otras realidades presentan estos bugs, que no son más que nuestros errores en el proceso de decodificación, algo que sucede en nuestra mente.

Imaginen el proceso cuando no estamos bien en este aspecto, razón por la cual, jamás intentaría este ejercicio bajo un estado importante de estrés.

Sin embargo, esto no es tan nuevo pues, los grupos de contacto sugieren nunca intentar este ejercicio sin estar sanos mentalmente y se promueve la práctica frecuente de la meditación para organizar nuestra amplia gama de información útil y parásita, intentando desechar esta última.

No obstante, no basta con esto, es muy imperante vivir de forma ordenada. No, no estoy hablando de escribir las tareas del día en papeles como una vez vi, sino a la vida armónica, coherente. Esto ayuda también pues, una persona armónica, debe en consecuencia poseer una mente relativamente en armonía.

También es muy importante, mantener una sana alimentación intelectual, es decir, nutrir nuestra mente con información clara, que nos dé sentido al contexto de vida. No, no quiere decir leer o estudiar por estudiar y sobrellenar nuestro banco de datos con excesiva información, esto va a generar confusión inevitablemente.

Cuando tenemos nuestra biblioteca organizada con libros útiles y nuestra habitación limpia, ordenada de manera armónica y llega aquel correo, todo se facilita reduciendo dramáticamente nuestros errores en el proceso de decodificación.

Un tema interesante y, hasta cierto punto, controvertido es la acción en sí misma. A lo largo de mis 17 años de experiencia, he observado con decepción la trivialización de un acto que debería tomarse con seriedad. Imagino que el lector difícilmente recuerda con exactitud los datos de una conversación informal sin una clara intención de retener la información.

Los gurúes a los que suelo aludir con frecuencia parecen desentenderse de esto. Creen que, por el solo hecho de ser «especiales», no necesitan aplicar ninguna disciplina al proceso de recepción. Completamente inconscientes de los potenciales ruidos mentales que todos poseemos, asumen de manera pretenciosa que todo lo «recibido» es auténtico e incuestionable.

Sin embargo, intentar un contacto telepático o psicográfico es un proceso complejo que merece todo nuestro esfuerzo y atención. No es algo que ocurra de la noche a la mañana —excepto, claro, para los gurúes, quienes se consideran especiales y exentos de disciplina—, sino que requiere entrenamiento, dedicación y responsabilidad.

Desde hace décadas, los grupos de contacto han recomendado la práctica de la meditación como una herramienta para ordenar ideas y reducir el ruido mental. No obstante, también han advertido sobre una de las reglas más importantes: no intentes recibir si no estás bien en todos los aspectos.

Imagen 5: Ruidos Mentales, imagen generada con Copilot IA.

Aun así, todo lo anterior no garantiza la recepción de un mensaje genuino. Durante mis años en los grupos, vi a muchas personas frustradas al creer que recibían mensajes, cuando en realidad solo estaban proyectando sus propias ideas en sus escritos sin darse cuenta. No es extraño, por ejemplo, que alguien con una fuerte devoción por la geometría sagrada o la figura de Jesús afirme recibir mensajes recurrentes sobre estos temas, sin notar que provienen de su propio subconsciente.

Siguiendo ciertas recomendaciones, algunos grupos sugerían alejarse de la ciudad y buscar entornos más silenciosos para intentar esta práctica. Si bien esto no garantiza el éxito, al menos ayuda a reducir las distracciones del hogar. Sin embargo, esto no significa que no se pueda recibir un mensaje en casa, aunque los riesgos de interferencias siempre estarán presentes.

Ahora bien, me tomaré el atrevimiento de matizar esta idea. Creo que el concepto de alejarse de la ciudad no debe tomarse de manera literal. Si el lector enfrenta un dilema que lo mantiene absorto en sus pensamientos, no importa cuán lejos vaya: los pensamientos parásitos seguirán allí. Más que salir físicamente del hogar —como ir al patio—, lo importante es salir de la zona de confort mental, donde los ruidos internos se reproducen constantemente.

No puedo evitar recordar un patrón común en los mensajes de ciertos contactados, quienes insisten reiteradamente en frases como: «El momento del contacto se acerca». Lo he leído tantas veces que ya descarto de inmediato esos fragmentos.

Entonces, ¿dónde se puede recibir algo?

Diría que cuando logramos salir de nuestra zona de confort mental, es ahí donde se vuelve propicio intentar una recepción.

Recuerdo un ejercicio que realicé con un grupo de personas bajo la guía del psicólogo chileno Álvaro Valenzuela. Nos alentó a buscar un momento en nuestra vida en el que nuestros cinco sentidos y pensamientos estuvieran completamente focalizados en un solo contexto. En mi caso, recordé el terremoto de febrero de 2010, con epicentro doble en Cobquecura, en la Octava Región de Chile y con una magnitud de 8,8° richter.

Aquel evento no permitió la aparición de ideas obsesivas que bloquearan la experiencia. Probablemente, años de práctica logran, en cierta medida, acercarse a un estado de plena conciencia —término que ha sido abusado, desvirtuado y banalizado por los movimientos new age—.

Durante un intento de comunicación, se suelen realizar ejercicios de respiración, relajación y meditación previos a la recepción de un posible mensaje, siempre y cuando aquellos seres deseen comunicarse.

Imagen 6: Respiración, relajación, meditación, imagen generada con Copilot IA.

Nosotros solo tenemos control sobre un lado del teléfono. No existe posibilidad alguna de forzar la interacción con nuestra contraparte. He visto cómo ese sobreesfuerzo provoca la creación de una suerte de fantasma mental, al que luego atribuimos nuestras propias ideas.

Es un proceso realmente complejo.

Y ni hablar del medio por el cual se transmiten esos pensamientos.

En un esfuerzo por racionalizar este mecanismo, no puedo evitar recordar un concepto mencionado en la serie Cosmos, tercera temporada, capítulo 5. Se teoriza sobre la existencia de un Conectoma, nuestra red neuronal, y se plantea la posibilidad de que esta se extienda hacia el cosmos, como si raíces eléctricas atravesaran nuestra gruesa bóveda craneal.

De todas maneras, este es un tema difícil de explicar. Aunque muchos especialistas han abordado la telepatía, no existe un consenso claro sobre su funcionamiento, y menos aún sobre su relación con el concepto anterior.

 

Imagen 7: Los Mensajes, generado por Copilot IA.

Los Mensajes

Habiendo contextualizado el proceso, el lector podrá darse cuenta de lo complejo y resbaladizo que puede ser, ya sea que esté —supuestamente— recibiendo algún contacto o no.

Como establecimos al principio, los mensajes son el eje central de los grupos de contacto. Si un investigador está leyendo —por casualidad— este artículo, podría replantearse la idea de que un «contactado» se enfoca únicamente en avistamientos OVNI.

Dado el impacto que pueden tener estos mensajes, es imperativo garantizar que la información transmitida sea realmente lo que promete ser. Es decir, los datos deben someterse a juicio crítico y solo se debe conservar lo que haya sido corroborado. Mantener datos no verificados dentro de una comunicación es una irresponsabilidad absoluta, pues distorsiona peligrosamente el sentido del contacto.

Esto implica que quien recibe un mensaje debe revisarlo, analizarlo y modificarlo si es necesario, ajustándolo a lo que sí ha sido comprobado. Aquí me quiero detener un momento: hay que tener mucho cuidado con la validación de un mensaje a través de una supuesta interacción entre el testigo y un objeto volante, ya que el proceso es más complejo y, en algunos casos, puede resultar engañoso. Más adelante abordaré este punto en detalle.

Retomando, una vez concluido el proceso de recepción de un mensaje, es fundamental realizar una nueva revisión y analizar los resultados obtenidos.

Los mensajes pueden dividirse en dos grandes categorías:

  1. Aquellos que buscan guiar a un grupo de contacto, entregando indicaciones específicas y ajustadas a su contexto.
  2. Aquellos con un enfoque más transversal y de difusión masiva.

No se debe confundir el hecho de que estos dos tipos de mensajes tengan propósitos distintos con la idea de que existan criterios diferentes para analizarlos. Si bien pueden presentar algunas variaciones, ambos deben cumplir ciertas características fundamentales:

  • Estructurados
  • Coherentes
  • Consistentes
  • Informativos
  • Atemporales
  • Alentadores a la independencia
  • Precisos
  • Concordantes con el contexto

Veamos en qué consiste cada una de estas características:

  • Estructurados: Un mensaje debe tener un orden lógico y una secuencia clara en la transmisión de ideas. Sería extraño que primero se entregara una serie de datos sin contexto y luego se hiciera una presentación del emisor. Esto equivaldría a leer una carta con los párrafos desordenados.
  • Coherentes: Un mensaje debe seguir un patrón lógico que demuestre que el emisor es un ser pensante y consciente. Si hay contradicciones dentro del mismo texto, su autenticidad es cuestionable.
  • Consistentes: Esta es una de las características más relevantes. Si un ser inteligente emite un mensaje, la información debe mantener una línea de coherencia en el tiempo. Cuando encuentro demasiadas inconsistencias, prefiero descartar por completo la información como medida de precaución ante un posible ruido mental. Además, los datos deben nutrir la información previa y, en caso de presentar vacíos, estos deberían ser abordados con explicaciones lógicas o alentando una investigación complementaria.
  • Informativos: Un mensaje no debe ser una simple repetición de conceptos abstractos. Su propósito suele ser asignar tareas, transmitir advertencias o ampliar el conocimiento de un grupo.
  • Precisos: Especialmente cuando se trata de eventos futuros, un mensaje debe proporcionar datos concretos y acotados. Un ser inteligente no confirmaría un terremoto en Chile diciendo: «ocurrirá un día de estos», ya que en Chile hay movimientos sísmicos constantemente. Del mismo modo, una afirmación como «apareceremos en el Cerro Uritorco en Argentina durante los días que lo visites» no constituye una predicción real, ya que la zona es conocida por su alta actividad de avistamientos.
  • Alentadores a la independencia: Desde mi experiencia, considero que esta es una característica clave. Con el tiempo, he observado que estos seres promueven la confirmación a través del esfuerzo propio. Esto implica ir al terreno, estudiar en profundidad distintos temas y desarrollar un criterio de validación. Difícilmente, en una experiencia auténtica, un supuesto ser mantendrá la atención exclusivamente sobre sí mismo o sobre el fenómeno que representa. En este punto, los gurúes de redes sociales suelen fallar estrepitosamente.
  • Concordantes con el contexto: Un mensaje debe ser relevante tanto a nivel grupal como global. No tiene sentido recibir información completamente descontextualizada. Por ejemplo, ¿qué valor tendría recibir un mensaje sobre un evento que ocurrirá dentro de 500 años?
  • Atemporales: Aunque algunos mensajes contienen indicaciones específicas, es común que también incluyan elementos aplicables a distintos escenarios y momentos históricos. Esto les da un carácter universal y significativo más allá del tiempo en el que fueron transmitidos.
Imagen 8: Deberes de un «contactado», imagen generada por Copilot IA.

Deberes Y Obligaciones de un «Contactado»

A lo largo de estas líneas hemos abordado una serie de temas que influyen en la recepción y redacción de un mensaje. Aparentemente, podría parecer un proceso automático o instantáneo, lo que lleva a la falsa sensación de que los factores previamente descritos son irrelevantes.

Es por ello que quienes afirmamos recibir algo ajeno a nosotros tenemos ciertos deberes y obligaciones, aunque este concepto incomode a quienes sostienen la premisa de «dejarse fluir».

Que este proceso parezca instantáneo no implica que realmente lo sea. Es solo un tema de perspectiva y, cuando se analiza en profundidad, surgen inevitablemente preguntas que conducen a los puntos que hemos tratado.

Pero aquí viene la controversia.

Cuando una persona afirma recibir mensajes y los difunde, ya sea a un grupo reducido o a un público mayor, ¿tiene deberes y obligaciones?

Sí, absolutamente. Y quien rehúya a ello, les recomiendo que no tomen jamás sus mensajes con confianza. Muy por el contrario, duden incluso del supuesto emisor.

Hace muchos años, los grupos de contacto establecieron una serie de protocolos o guías que cualquier «antena» debía seguir. Además, el grupo base cuidaba que estos aspectos se respetaran. Esto, lamentablemente, ya no ocurre en la actualidad.

A continuación, presentaré algunos puntos que, desde mi perspectiva, considero fundamentales:

  • Sesgos cognitivos
  • Ruidos mentales
  • Objetividad y rigurosidad
  • Ajuste al contexto
  • Cuándo y dónde recibir
  • Motivaciones y búsqueda de respuestas
  • Orden intelectual
Imagen 9: Errores mentales o sesgos cognitivos, imagen generada por Copilot IA.

Sesgos Cognitivos

Todos los tenemos. Enumerarlos todos aquí sería excesivo, pero ser consciente de ellos marca la diferencia. Lo digo por experiencia propia.

Por ejemplo, existen casos en los que un testigo afirma recibir un mensaje que, en realidad, se ajusta forzosamente a los contextos de otros grupos de contacto. En este caso, varios sesgos podrían estar afectando la percepción. Uno de ellos es el sesgo de conformidad, que opera debido a la presión del grupo, el miedo a la exclusión, la influencia de figuras de autoridad y la retroalimentación colectiva.

Otro sesgo relevante es el de deseabilidad social, donde una persona ajusta sus respuestas o comportamiento para ser vista de manera favorable dentro de un colectivo.

Pero lo más peligroso ocurre cuando la persona comienza a convencerse de que su mensaje es genuino para reducir la disonancia entre su afirmación y la realidad. Aquí entran en juego el sesgo de autojustificación y la disonancia cognitiva. Este último se manifiesta cuando una persona experimenta un conflicto interno entre dos creencias opuestas, lo que genera incomodidad psicológica que necesita resolver.

Para reducir esta disonancia, la persona podría convencerse de que el mensaje es auténtico, reinterpretando señales ambiguas como evidencia real y objetiva, o atribuyéndolo a la intuición o percepción sutil. Esto se asocia con la falacia de validación subjetiva, donde se perciben coincidencias entre los mensajes y la información investigada como prueba de autenticidad.

Imagen 10: Ruidos Mentales, imagen generada por Copilot IA.

Ruidos Mentales

Los ruidos mentales pueden ser tan simples como un estado de ánimo negativo que incline a redactar un mensaje pesimista, hasta ideas preconcebidas, conceptos recientemente leídos o deseos personales. En muchos casos, estos ruidos se traducen en reiteraciones obsesivas dentro de un supuesto mensaje, como el deseo de ver cara a cara a estos seres, lo que genera promesas de contacto que nunca se concretan o experiencias idénticas a las anteriores.

También encontramos mensajes recurrentes sobre «el año del contacto definitivo» o «el inminente ascenso a la cuarta o quinta dimensión», cuando, en la práctica, parece que estamos estancados, según la observación de los sucesos actuales.

Imagen 11: Rigurosidad, imagen generada con Copilot IA.

Objetividad y Rigurosidad

Este es un concepto tan abusado como el de consciencia. No soy muy adepto a afirmaciones que se presentan como datos objetivos cuando en realidad son meras subjetividades disfrazadas. Con pocas preguntas precisas, se puede disipar esa cortina de humo.

En este mundo del contacto, presentar evidencia objetiva es sumamente complejo, pues estamos constantemente interpretando información que puede mezclarse con ideas preconcebidas. Un ejemplo clásico es el de una persona que recibe en un «mensaje» que la Tierra es plana, y luego, al investigar, encuentra libros que respaldan su creencia. Esto la lleva a presentar su «hallazgo» con excesiva confianza.

Como mencioné en otro artículo, esta es una de las razones por las que demoro en publicar los resultados de mis viajes. No puedo conformarme con simples avistamientos (que no necesariamente corroboran mensajes), anomalías probabilísticas (sincronías) o textos que parezcan validar ciertos datos. Es fundamental poner todo sobre la mesa y buscar siempre contrapuntos.

La corroboración de información debe ser un proceso meticuloso y cuidadoso. Esto es totalmente incompatible con la inmediatez. No es un problema publicar de forma anticipada o con ciertas lagunas en los datos, pero es absolutamente crítico dejar en claro esas limitaciones. Siempre debemos ser rigurosos.

Imagen 12: Contextos, imagen generada con Copilot IA.

Ajuste al Contexto

Es fácil perderse en información irrelevante. ¿Qué sentido tiene recibir datos sobre la Atlántida o eventos que ocurrirán dentro de 100 años si lo que realmente importa es el presente? Otra cosa es que estos episodios se traigan al presente para establecer paralelismos con situaciones actuales, pero sumergirse en el pasado sin conexión con la realidad puede ser un síntoma de evasión.

En algunos casos, esto puede derivar en un desvarío importante o una fuga disociativa, donde una persona construye una narrativa alterna para escapar de conflictos internos. En estos casos, solo un profesional de la psicología o psiquiatría podría evaluar con precisión la situación.

Los mensajes auténticos siempre se basan en un contexto coherente con la realidad. No es raro recibir advertencias sobre peligros actuales, como el riesgo de conflictos nucleares.

Imagen 13: Investigación en terreno, imagen generada por Meta AI.

Motivaciones y Búsqueda de Respuestas

Quien recibe un mensaje debe ser un buscador incansable de respuestas. La inconformidad es parte de su día a día. El mero hecho de recibir una posible respuesta a una inquietud no debería ser suficiente para asumirla como incuestionablemente cierta.

Además, hay que considerar las motivaciones personales. Es sabido que muchas personas buscan figurar dentro de estos círculos, como si ser parte del mundo del contacto les otorgara prestigio. La premisa de que «más seguidores implica mayor fiabilidad» es completamente errónea.

Imagen 14: Orden intelectual, imagen generada por Copilot IA.

Orden Intelectual

El receptor de un mensaje debe mantener una buena nutrición intelectual. No es aceptable hablar de ciertas etnias, difundir información sobre ellas y no haberse tomado el tiempo de estudiarlas. La flojera intelectual es un riesgo.

Por otro lado, tampoco es útil presumir de un vasto conocimiento si este no está bien estructurado. Tener una biblioteca mental ordenada permite acceder a la información de manera clara y sin confusiones. La desorganización intelectual puede llevar a mezclar y distorsionar conceptos.

 

Imagen 15: Esperando momento para escribir, imagen generada por Copilot IA.

Cuándo y Dónde Recibir

No basta con estar en un lugar de poder o alejado del ruido urbano. Los conflictos internos persisten, independientemente del entorno. La clave no es el lugar físico, sino la capacidad de aquietar los «demonios» mentales para lograr una recepción clara.

Créanme, aunque estén en el sitio más espiritualmente elevado del planeta, si no han resuelto su ruido mental, no podrán recibir nada con claridad. Mientras la «mochila» esté llena, seguirá pesando, sin importar a dónde vayan.

 

 

Imagen 16: Niño avistando un OVNI, imagen generada por Meta AI.

Un avistamiento me corroboró un mensaje

Sé que esta afirmación puede generar controversia, pero es necesario abordarla.

Esto me ha sucedido desde hace muchos años y ha sido objeto de interesantes debates con amigos.

¿Un avistamiento realmente puede corroborar un mensaje?

¡Depende! Un avistamiento durante un trabajo de campo no necesariamente confirma un mensaje. No hay forma de asegurarlo, a menos que el mensaje especifique explícitamente que la aparición ocurrirá en una hora, día y ubicación determinadas. Y, aun así, asumir que esto confirma la totalidad del mensaje es altamente riesgoso, pues estamos aceptando que nuestros mensajes contienen ciertas imprecisiones naturales.

Dicho esto, entonces, ¿qué parte del mensaje podría estar siendo confirmada? ¿El principio? ¿La idea central? ¿El final? ¿Algún dato específico?

Es casi imposible determinarlo con certeza.

¿Y qué sucede con aquellos que afirman que estos objetos responden sus preguntas? Algunos dicen que un flash significa «sí» y dos flashes significan «no». Mis disculpas, pero en mis 17 años de experiencia, las sondas siempre están «flasheando» o pulsando.

Entonces, ¿es imposible realizar ese ejercicio? No del todo.

Si durante un trabajo de campo aparece un objeto y queremos confirmar una información puntual, lo correcto sería establecer un protocolo de comunicación con el fenómeno.

Por ejemplo, imaginemos que tenemos un walkie-talkie que, debido a un desperfecto, solo permite que nuestra contraparte nos escuche, sin posibilidad de recibir comunicación de vuelta. En consecuencia, el amigo ubicado a una distancia considerable debe responder con una linterna de alta potencia.

Lo primero es definir qué indicará un «sí» y qué indicará un «no»—y no caer en la falacia de asumir arbitrariamente que un flash equivale a una respuesta afirmativa y dos flashes a una negativa. Es crucial establecer estos parámetros en el momento. También establecer el tiempo de respuesta, no es lo mismo un no con pulsos en tiempos diferentes, por ejemplo: dos respuestas negativas; una responde entre intervalos de dos segundos; y la siguiente en seis. Claramente existe una inconsistencia en el tiempo de respuesta pues, se supone que definimos un tiempo de respuesta global y cada cuanto deben ser los pulsos negativos y positivos.

Luego de esto, se deben realizar pruebas de validación, formulando preguntas con respuestas conocidas para verificar que las respuestas sean correctas. Posteriormente, se incluyen preguntas cuya respuesta deba ser negativa.

Si las pruebas son 100 % exitosas, sin margen de error, podemos considerar que estamos en una interacción legítima con el objeto. Solo entonces se puede realizar preguntas nuevas.

Por el contrario, si las respuestas presentan inconsistencias, debemos aceptar que no hay interacción real con el fenómeno. En el mejor de los casos, solo estaríamos presenciando un acto de apoyo al trabajo en terreno, pero no una confirmación de información.

 

Imagen 17: Interacción con OVNI, imagen generada con Meta AI.

Que nuestra mente anhele con todas sus fuerzas validar algo, no implica que todo deba darse por cierto. Debemos ser rigurosos con nosotros mismos y exigentes con «ellos». Que esto tenga una impronta onírica o «espiritual» no significa que debamos asumirlo como válido dentro de esas categorías sin antes intentar una verificación en nuestro plano físico.

Por mi parte, exijo rigurosidad en los avistamientos, confirmaciones y sincronías. Esta última representa una anomalía probabilística, es decir, una violación de los resultados esperados dentro de la lógica y la estadística, tema que he tratado en un artículo anterior.

 

Conclusiones preliminares

A lo largo de este artículo, hemos explorado la complejidad del contacto con supuestas entidades de otras realidades, destacando los desafíos inherentes a la recepción de mensajes y la necesidad de un enfoque disciplinado y crítico.

Hemos visto que la mente humana, al igual que un sistema informático, está sujeta a sesgos, errores de interpretación y ruidos mentales que pueden distorsionar la información percibida. Por ello, es fundamental desarrollar herramientas de análisis, como la investigación rigurosa, la meditación y la evaluación crítica, para minimizar estas interferencias y acercarnos lo más posible a una comprensión clara y objetiva de estos fenómenos.

Asimismo, hemos enfatizado la importancia de la responsabilidad en la difusión de mensajes. No todo lo que se recibe debe ser tomado como verdad absoluta, ni tampoco descartado sin un examen exhaustivo. La disciplina y la autocrítica deben ser pilares fundamentales para quienes afirman recibir este tipo de comunicaciones, evitando caer en la validación subjetiva o la necesidad de reconocimiento dentro de una comunidad.

El contacto, de ser genuino, no es un acto de mera pasividad ni una cuestión de fe ciega. Implica un proceso de aprendizaje, de constante cuestionamiento y de confrontación con nuestra propia percepción de la realidad. No existen manuales definitivos ni fórmulas infalibles, pues cada experiencia es única y debe evaluarse en su propio contexto.

Por ello, más que buscar respuestas definitivas, este documento invita a desarrollar una actitud crítica y reflexiva. El fenómeno del contacto no es un entretenimiento esotérico ni una vía de escape de la realidad, sino un desafío intelectual y emocional que demanda seriedad, rigor y un profundo sentido de la responsabilidad.

El camino del buscador de respuestas es arduo, pero también es el único que puede conducirnos, con disciplina y honestidad, a una comprensión más auténtica de estos enigmáticos fenómenos.

 

«Afirmaciones extraordinarias, requieren de pruebas extraordinarias»

Carl Sagan.

 

Autor

  • Ricardo Gatica Sanhueza

    Ingeniero informático y experto en automatización QA (Quality Assurance), ha dedicado su vida a la exploración de fenómenos aéreos no identificados. Desde Santiago de Chile, combina su rigurosa formación técnica con una pasión por lo desconocido. Aunque comenzó su trayectoria en grupos de contacto durante su juventud, hoy se define como un explorador crítico de estos fenómenos. Su enfoque profesional, alejado de las interpretaciones fantásticas, lo ha llevado a investigar tanto lugares reconocidos como otros que permanecen en las sombras. ¿Qué hay detrás de estos sucesos? Ricardo afirma con firmeza que una inteligencia se oculta tras el fenómeno, esperando ser comprendida. ¿Quieres conocer más sobre su trayectoria? Visita su biografía completa en el enlace a continuación con éste símbolo: 🔗

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